Es Septiembre, el verano casi ha
terminado, pero la temperatura es perfecta. Es la primera vez que vas a la
Warner. Vas con tus padres, tu hermano, tu tía y su novio. Aún no habéis
entrado y tu hermano y tú ya estáis dando saltos, eufóricos, queréis montar en
todo. Los coches de choque son la primera atracción que probáis, a tu hermano
le encantan pero ha tenido la mala suerte de no poder pasar debido a su baja altura.
Cuando termina la atracción, salís y os vais a otra, de esas que ahora piensas
que son una chorrada, pero que antes te parecían todo un reto.
Después de montar en varias atracciones
llega la hora de comer. Te terminas tu plato y les pides a tus padres un helado
de chocolate de postre, y aunque te lo compran a regañadientes, finalmente
puedes disfrutar de tu postre.
Dais una vuelta por el parque temático
para asentar la comida y luego vais a la montaña rusa. A la de Tom & Jerry
claro. Y aunque sea para niños pequeños, a ti no te convence mucho. Pero
después de estar esperando tanta cola, decides subir. Ya dentro de la
atracción, tu corazón se acelera un poco y cuando arranca, sueltas un pequeño
grito, por lo que tu hermano se ríe y tú le miras con odio.
Gritabas más que nadie, estás segura,
bastaba con ver las fotos para asegurarlo. Tu cara esta pálida y en la foto
reflejaba pánico, pero te ríes porque te hace gracia lo mal que sales mientras
los demás posaban con un intento de sonrisa ante la cámara. Y aunque te haga
gracia la foto, prometes no volver a subirte en una montaña rusa nunca más, aún
sabiendo que con el tiempo romperías esa promesa.