martes, 17 de noviembre de 2015

Libertad


Estabas asustada, mucho. Te temblaban las manos. Tenías miedo de caerte. Empezaste a llorar. No te podías sentir más alto. Acariciaste a ese gran animal, y te calmaste un poco. Empezó a andar, y sentías mariposas en el estómago. Cada vez andaba más rápido. Sujetaste fuerte las riendas y cerraste los ojos. Te sentías libre, como si volases. Seguías teniendo miedo. Parecía que estabas en la montaña más grande del mundo. ¿Y si te caías? ¿Qué pasaría? No querías ni pensarlo. Miras a tu madre, para tranquilizarte. Ves que saca la cámara de fotos y te hace una foto a lomos de ese gran caballo color chocolate. «No te sueltes» escuchaste decir a alguien desde abajo. Pero no querías mirar, si no el vértigo sería terrible. A pesar de todo, te lo estabas pasando genial. Sabías que era algo que no ibas a hacer muy a menudo, por tanto tenías que disfrutar. Pusiste la espalda recta, agarraste bien las riendas y las agitaste un poco. El caballo empezó a trotar un poco más rápido. Y ahí es cuando te diste cuenta de que el miedo ya se había ido. Fue una sensación única.

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